Como cada día, subía las escaleras del metro y salia a una rambla que ya no sentía suya, ni ella ni muchos barceloneses que conocía.
Cruzo la calle y se encamino por otra que le llevaba cada día al trabajo. A aquella hora las tiendas de baratijas y recuerdos de su no ciudad perdida estaban cerradas. No obstante algunos comerciantes empezaban a subir persianas y a encender luces.
La gente con las que se cruzaba iba con prisa, con los ojos entornados y legañosos. Los niños, enérgicos volaban con sus patines camino a la escuela.
Al llegar a la plaza de los corruptos, los que se habían apoderado de su no ciudad subían resignados al autocar que los conducirían a su ciudad, en el caso de que ellos la consideraran así, suya. Los descargadores del consumismo se apresuraban en llevar su mercancía a las tiendas, para nuevos descubridores de su no ciudad.
Entonces miro al guardia y defensor de la casa mayor de los corruptos generalistas y vio que aquel día no parecía contento. Hacia sol.
Giro la cara para no miradlo y vio en el reloj de la casa mayor de los corruptos municipales que eran las 08:37 a.m.. En su mp4 sonaba una versión catalanizada de la Bien Pagà. Sonrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario