Soñadores que me siguen

miércoles, 6 de febrero de 2013

08:37 A.M.

Como cada día, subía las escaleras del metro y salia a una rambla que ya no sentía suya, ni ella ni muchos barceloneses que conocía.

Cruzo la calle y se encamino por otra que le llevaba cada día al trabajo. A aquella hora  las tiendas de baratijas y recuerdos de su no ciudad perdida estaban cerradas. No obstante algunos comerciantes empezaban a subir persianas y a encender luces.

La gente con las que se cruzaba iba con prisa, con los ojos entornados y legañosos. Los niños, enérgicos  volaban con sus patines camino a la escuela.

Al llegar a la plaza de los corruptos, los que se habían apoderado de su no ciudad subían resignados al autocar que los conducirían a su ciudad, en el caso de que ellos la consideraran así, suya. Los descargadores del consumismo se apresuraban en llevar su mercancía a las tiendas, para nuevos descubridores de su no ciudad.

Entonces miro al guardia y defensor de la casa mayor de los corruptos generalistas y vio que aquel día no parecía contento. Hacia sol.

Giro la cara para no miradlo y vio en el reloj de la casa mayor de los corruptos municipales que eran las 08:37 a.m.. En su mp4 sonaba una versión catalanizada de la Bien Pagà. Sonrió.

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